Karen Schmidt Ortuño

Directora de Compliance

A muchas personas nos sucedió que cuando comenzamos nuestra carrera profesional nos encontrábamos sedientos de experiencias y de oportunidades. Estábamos llenos de energía por crear, innovar, destacar, y generalmente sacrificábamos nuestra vida personal por los compromisos profesionales. Es importante reiterar que, durante este periodo de nuestras vidas, nos alimentábamos gustosamente del sabor del estrés del trabajo, pasábamos horas frente a la computadora, en caso de los abogados, redactando demandas, contestando consultas, asistiendo a Tribunales, gestionando trámites y un largo etcétera.

Estas ansias de ganar un lugar, de pertenecer a situaciones reales donde se habla de estrategias, proyecciones, casos trascendentales para las compañías, se volvía una prioridad y una manera de vivir. Así se nos va la vida, empezamos como pasantes, coordinadores, gerentes, directores… y en este transcurrir aceptamos y normalizamos el hecho de trabajar trece horas al día (a veces muchas más) y, en ese camino, que de cierta forma es encantador, aprendimos a vivirlo rápidamente partiéndonos en miles de pedazos para estar con nuestras familias, hacernos cargo de los tramites personales, comprar el super, atender a los niños, dar instrucciones para mantener la casa, tener platicas importantes con nuestra pareja, ver a los amigos, etc.


Y así, cuando, en un parpadeo nos damos cuenta de que,  hayamos (o no) alcanzado algunas de nuestras metas, cumplimos más de 40 y varias personas nos cuestionamos acerca del propósito de nuestra existencia, nuestras prioridades y comenzamos a considerar la importancia de mantener un balance de vida.


Pero ¿que entendemos por balance de vida?

Básicamente es encontrar el equilibrio entre el trabajo y la vida diaria. Es conjugar, en la medida de los posible, las esferas que complementan nuestras vidas, como el ocio, el entretenimiento, nuestras relaciones, nuestro cuidado personal y nuestro manejo del tiempo para, desde mi punto de vista, sentirnos “libres y emocionalmente tranquilos” en este mundo que rápidamente degenera y en donde tenemos que lidiar con muchos obstáculos. Cuando uno llega a los 40 la reflexión en el balance de vida juega un papel muy importante, ya que nos replanteamos si lo que hacemos laboralmente nos satisface y sobre todo llena de sentido nuestras vidas.

Nos cuestionamos si realmente queremos seguir viviendo de esta manera agitada, veloz y muchas veces solitaria los próximos 20 años. Muchas personas llegamos a la conclusión de que, a pesar de que el trabajo es importantísimo, también queremos volver a compartir tiempo de calidad con nuestros padres y escuchar sus historias de vida, contemplamos la idea de escribir un libro o de pasar tiempo descalzos en el jardín.

El equilibrio de vida no está peleado ni pone en riesgo nuestro trabajo, sino que es fundamental para nuestro desempeño laboral y nuestra salud física y emocional.

El balance de vida nos da felicidad y nos llena de energía positiva que se refleja en todos los aspectos de nuestra vida…

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